Die Grille-Zikade und die Ameise (Wolf Lepenies zur Griechen-Propaganda) // El grillo- cigarra y la hormiga (Wolf Lepenies sobre la propaganda griega)
Folgender Beitrag ist eine Übersetzung aus dem Deutschen ins Spanische von einem am 02/07/2015 in der Zeitung «Die Welt» veröffentlichten Artikel. Nachstehend, das Original
El siguiente post es una traducción del alemán al español de un artículo publicado en el periódico «Die Welt el 2/07/2015. Más arriba, el original.
Syriza ve en el norte solamente codiciosas hormigas
El partido Syriza no tiene reparos en darle el cambiazo a la tradición narrativa griega. La fábula del grillo despreocupado y de la hormiga previsora se convierte en una historia de terror acerca de los insectos depredadores del norte.
El orador invitado en la recepción de nuevo año organizada por el grupo parlamentario del partido alemán “Die Linke” (“La Izquierda”) en 2012 fue un político griego que respondía por el nombre de Alexis Tsipras y que acababa de ser elegido presidente de la coalición de partidos Syriza. En el centro de su “emotiva alocución”- escúchese la posterior rueda de prensa de “Die Linke”- (“La Izquierda”) Tsipras colocó una fábula del escritor griego Esopo: “Se trata del cuento del grillo y la hormiga. Un cuento sobre las trabajadoras y laboriosas hormigas que se pasan trabajando todo el verano mientras los grillos duermen. Es así que se nos ha contado que las hormigas viven en el norte mientras que los grillos lo hacen en el sur”
Tsipras se resistió a trasponer al presente la fábula: “Europa está habitada por hormigas y grillos y los podemos encontrar en toda su extensión. En Alemania, sin ir más lejos, las hormigas trabajan duro, a pesar de que no se les ha subido el sueldo desde hace diez años. Por contra los grillos alemanes, “banqueros y capitalistas”, han duplicado y triplicado sus beneficios.”
En Grecia las hormigas, o sea los asalariados, trabajan duro “mientras que los grillos se aprovechan de su sudor y se hacen con miles de millones“. Ahora, en la crisis, se les pide a las hormigas del norte que con sus salarios tan duramente ganados ayuden a sus hermanas del sur «sólo que de todo este dinero que sale de las hormigas del norte las hormigas del sur no ven ni un euro, ya que a quienes realmente llega es a los grillos tanto del norte como del sur»
En la traducción alemana de su libro «El Minotauro Global. América y el futuro de la economía mundial“, Janis Varoufakis, por aquel entonces aún profesor de economía en la universidad de Atenas, hacía mención también a la fábula de Esopo para criticar el papel de Alemania en la crisis de deuda.“Los alemanes están orgullosos de, semejantes a las hormigas, trabajar duro y de ahorrar diligentemente. En los griegos no ven más que grillos imprecedibles, que no hacen sino gastar y que no pagan nunca“
De este sentimiento de superioridad moral los alemanes deducen su derecho a „castigar a los grillos- por más que la misma Alemania tenga que acarrear una parte de los costes que se generarían si se los castiga»
¿Unos se pegan el banquete y otros pagan?
Desde el comienzo de la crisis de deuda la fábula del grillo y la hormiga forma parte de los relatos que circulan entre los políticos europeos. No fue Wolfgang Schäuble sino el ministro de finanzas lituano el que, harto de las eternas negociaciones en Bruselas, soltó lo siguiente acerca de Grecia: «Estamos ante un país que lo único que quiere es pegarse un banquete y que espera que los otros se lo paguen“
Fuera de Grecia conocemos la historia del grillo despreocupado e indolente que, al acercarse el invierno, suplica a la frugal y aplicada hormiga que le deje prestado en la versión de Jean de La Fontaine: «Escucha, hormiga- dice el grillo -te pagaré la deuda con sus intereses y capital antes de la cosecha, te doy mi palabra.” Pero la hormiga, que «no da su dinero de buena gana», niega arrogantemente el crédito al grillo y le deja expuesto a las inclemencias del viento del norte.
La Fontaine dedicaba su fábula en 1668 al hijo de Luis XIV, el „Gran Delfín“ , cuándo éste contaba deiciséis años.En tiempos de la Ilustración „La Cigale et la Fourmi“ fue duramente criticada. A Voltaire no le gustaba y Jean-Jacques Rousseau escribió en su libro sobre la educación „Emilio“, que la moral de la fábula era „una lección de inhumanidad“, los niños que la siguieran acabarían siendo „duros y despiadados“ monstruos.
Tsipras y Varoufakis utiizan parecidos términos cuando critican a la UE y, en especial, a Alemania-callan, sin embrago, que las „hormigas“ del norte han dejado prestado una y otra vez a los „grillos“ griegos y que su paciencia ahora se ha agotado.
Más duro aún que Voltaire y Rousseau se mostró con La Fontaine Jean- Henri Fabre en sus „Recuerdos de un entomólogo“, contando con que en la edición alemana del libro la palabra „Cigale“ se traduce correctamente por „Cigarra“ y no por „Grillo“. Fabre habla de „la malévola mezquindad“ de la fábula:“ Se mete como una cuña en el alma del niño y no vuelve a salir de ahí»
Un relato cuestionable
Y Fabre pasa a mostrarnos que La Fontaine en su cuestionable relato atenta tanto contra la moral como contra la historia natural, que el fabulista distorsiona tanto la forma de vida de las hormigas como la de las cigarras y que nos vende un cuento de viejas cuyo único mérito es su brevedad. La Fontaine, un buen conocedor de la vida de zorros, lobos y gatos, no sabe ni siquiera que en invierno no hay cigarras. «Extraño error» , el que comete.
Más sorprendente que el extraño error de La Fontaine es el hecho de que la fábula tenga su origen en Grecia, la tierra de los olivos y de las cigarras. De su autor, Esopo, «paisano como era de las cigarras», se hubiera esperado que lo supiera también.
La crítica de Jean-Henri Fabres contiene oculta una lección para nuestro presente. Cuando el entomólogo nos dice que los insectos son protagonistas de leyendas que poco tienen que ver con la realidad, nos recuerda el incisivo papel que los estereotipos juegan en la vida cotidiana y, particularmente, en la política. La contraposición entre las hormigas y los grillos, entre el norte y el sur, forma parte de las leyendas europeas:
Los hombres del norte trabajan duro, son frugales y aplicados. Los hombres del sur, por contra, son, como se nos dice en una guía de viajes del siglo xix, „Amigos de largos reposos, del dulce far niente, de la siesta y de cálidos placeres que se llevan mal con la penosa disciplina y el trabajo duro“
La culpa es de la hormiga
Estos estereotipos Norte-Sur los desmiente un somero vistazo a la estadística: Los griegos tienen menos fiestas y trabajan más tiempo que nosotros, su endeudamiento privado es apenas algo mayor que el de los alemanes y la productividad de los tres países del „Club-Med“- Francia, Italia y España- es mayor que la alemana. Pero los políticos de Syriza no solamente rechazan-con razón- estereotipos nacionales que muestran a los griegos como vagos e indisciplinados sino que tergiversan la moral de la fábula hasta convertirla en su contraria: la culpa de la miseria no es achacable al grillo/cigarra sino a la hormiga.
Jean-Henri Fabre cita al final de su crítica un poema provenzal que corrige la fábula de La Fontaine y revela quien es el responsable de la miseria que amenaza a las cigarras: „Vosotros, amantes de la hucha/ vosotros, con los dedos como garras y la barriga llena / los que el mundo regís con la caja de caudales“. Los roles de la fábula se dan la vuelta. Es a la hormiga, «esa codiciosa explotadora que en su granero acapara cualquier cosa comestible» y que desvergonzadamente se aprovecha de la cigarra,“ a la que se pone en ridículo: «La hormiga es el grosero mendigo que no se arredra ante el robo. La cigarra es la artista que alegremente comparte con el que tiene hambre»
Syriza tergiversa el empirismo de la naturaleza de los insectos en una ideología política. Se inventa una contrafábula. Para Kostas Lapavitsas, miembro del ala izquierda de Syriza, no es Grecia sino Alemania la responsable de la inestabilidad de la Eurozona:“ El Estado problemático es Alemania .“ La culpa es de la hormiga.
Syriza sieht im Norden nur gierige Ameisen
Griechische Erzählkultur wird von der Syriza-Partei gnadenlos umgerubelt. Aus der Fabel von der leichtfertigen Grille und der vorsorgenden Ameise wird die Horrorstory über nordeuropäische Raubinsekten.
Der Politikstil von Alexis Tsipras gleicht einem Zick-Zack-Kurs. Man weiß nie, an was man bei dem griechischen Ministerpräsident gerade ist. So stellt sich die Frage: Kalkül oder Unerfahrenheit? Quelle: N24
Gastredner auf dem Neujahrsempfang der Bundestagsfraktion der Linken war 2012 ein griechischer Politiker namens Alexis Tsipras, der gerade zum Vorsitzenden des Parteienbündnisses Syriza gewählt worden war. Ins Zentrum seiner «bewegenden Ansprache» – so die Pressemitteilung der Linken – stellte Tsipras eine Fabel des griechischen Dichters Aesop: «Es ist das Märchen von der Grille und der Ameise. Ein Märchen über die arbeitsamen und strebsamen Ameisen, die den ganzen Sommer über arbeiten, während die Grillen schlafen. So hat man uns gesagt, dass Europa im Norden von Ameisen und im Süden von Grillen bewohnt wird.»
Tsipras wehrte sich gegen die Übertragung der Fabel auf die Gegenwart: In «seiner ganzen Breite und Länge» werde Europa von Ameisen und von Grillen bewohnt. In Deutschland beispielsweise arbeiteten die Ameisen sehr hart, hätten seit zehn Jahren aber keine Lohnerhöhung mehr gesehen. Die deutschen Grillen dagegen, «die Bankiers und Kapitalisten», hätten ihren Profit verdoppelt und verdreifacht.
In Griechenland würden die Ameisen, sprich die Arbeitnehmer, sehr hart arbeiten, «während die Grillen von ihrem Schweiß profitieren und Milliardenbeträge erhalten». In der Krise werde den Ameisen im Norden jetzt abverlangt, von ihrem hart erarbeiteten Geld die Brüder im Süden zu unterstützen: «Nur von all diesem Geld, das die Ameisen des Nordens zahlen, geht kein einziger Euro an die Ameisen des Südens, sondern an die Grillen des Nordens und des Südens».
In der 2012 publizierten deutschen Übersetzung seines Buches «Der globale Minotaurus. Amerika und die Zukunft der Weltwirtschaft» zitierte Janis Varoufakis, damals noch Ökonomieprofessor in Athen, ebenfalls Aesops Fabel, um die Rolle Deutschlands im europäischen Schuldenstreit zu kritisieren. Die Deutschen seien stolz darauf, dass sie, Ameisen gleich, hart arbeiteten und sorgsam sparten. In den Griechen sähen sie «unberechenbare Grillen, die immer nur ausgeben, ohne zu zahlen».
Aus dem Gefühl der eigenen moralischen Überlegenheit heraus nähmen sich die Deutschen das Recht, «die Grillen zu bestrafen – selbst wenn Deutschland dabei das Risiko eingeht, einen Teil der Kosten zu tragen, die durch die Bestrafung der Grillen entstehen werden».
Die einen schlemmen, die anderen zahlen?
Seit Beginn der Schuldenkrise gehört die Fabel von der Grille und der Ameise zu den Standarderzählungen europäischer Politiker. Es war nicht Wolfgang Schäuble, es war der litauische Finanzminister, der, entnervt von den Brüsseler Endlosverhandlungen, auf die Griechen schimpfte: «Wir sehen ein Land, das schlemmen will und sich von anderen das Geld für die Feier geben lassen möchte.»
Außerhalb Griechenlands kennt man die Geschichte von der sorglosen, unbekümmerten Grille, die beim Herannahen des Winters die fleißige und genügsame Ameise um Kredit anfleht, in der Fassung, die Jean de La Fontaine der Fabel gegeben hat: «Hör», sagt sie, «auf Grillenehre,/vor der Ernte noch bezahl’/Zins ich dir und Kapital.» Die Ameise aber, «die ihr Geld nicht gern verleiht», verweigert der Grille hochmütig den Kredit und setzt sie den Unbilden des Nordwindes aus.
Seine Fabeln hatte La Fontaine 1668 dem sechsjährigen Grand Dauphin, dem Sohn Ludwigs XIV., gewidmet. Zur Zeit der Aufklärung wurde «La Cigale et la Fourmi» heftig kritisiert. Voltaire mochte die Fabel nicht, und Jean-Jacques Rousseau schrieb in seinem Erziehungsroman «Emile», die Moral der Fabel sei eine «Lektion der Unmenschlichkeit», Kinder, die sie befolgten, würden zu Monstern, «hart und unbarmherzig».
Ähnliche Vokabeln benutzten Tsipras wie Varoufakis, wenn sie die EU und insbesondere Deutschland kritisierten – und unterschlugen dabei, dass die «Ameisen» des Nordens immer und immer wieder den griechischen «Grillen» Kredit gegeben hatten und nun mit ihrer Geduld am Ende waren.
Härter noch als Voltaire und Rousseau hat Jean-Henri Fabre in seinen «Erinnerungen eines Insektenforschers» La Fontaine kritisiert, wobei in der deutschen Übersetzung des Wortes «Cigale» richtigerweise von der Zikade und nicht von der Grille die Rede ist. Fabre spricht von der «gemeinen Bosheit» der Fabel: «Das dringt wie ein Keil in den kindlichen Geist und geht nicht mehr heraus.»
Fragwürdige Erzählung
Und dann zeigt er im Detail, dass La Fontaine in seiner «fragwürdigen Erzählung gegen die Moral wie gegen die Naturgeschichte gleichermaßen verstößt», sowohl die Lebensweise der Zikade als auch die der Ameise verzerrt darstellt, und uns ein «Ammenmärchen» auftischt, «dessen einziger Verdienst seine Kürze ist». «Seltsame Irrtümer» seien dem Dichter unterlaufen, der Fuchs, Wolf und Katze gut kenne, aber noch nicht einmal wisse, dass es im Winter gar keine Zikaden mehr gibt.
Erstaunlicher als die Irrtümer La Fontaines sei nur, dass die Fabel aus Griechenland stamme, dem «Reich der Olivenbäume und Zikaden», und ihr Erzähler Aesop, ein «Landsmann der Zikade», es eigentlich besser wissen müsse.
In der Kritik Jean-Henri Fabres ist eine Lektion für die Gegenwart verborgen. Wenn der Naturforscher davon spricht, die Insekten hätten «ihren großen Anteil an Volkssagen, denen nicht viel an der Wahrheit liegt», erinnert er an die prägende Rolle, die Stereotypen im Alltag und nicht zuletzt in der Politik spielen. Zu den europäischen «Volkssagen» gehört die Gegenüberstellung von Ameise und Grille, von Nord und Süd:
Die Menschen des Nordens arbeiten hart, sind fleißig und genügsam, die Menschen des Südens dagegen sind, wie es in einem Reiseführer aus dem 19. Jahrhundert heißt, «Freunde langer Erholung, des süßen far niente, der Siesta und der heißen Vergnügungen, welche penibler Disziplin und harter Arbeit feindlich gesonnen sind».
Die Ameise ist schuld
Diese Nord-Süd-Stereotypen lassen sich durch einen Blick in die Statistik leicht entkräften: Die Griechen haben weniger Feiertage und arbeiten länger als wir, ihre private Verschuldung ist nur unwesentlicher höher als die der Deutschen, und die Arbeitsproduktivität dreier Länder des «Club-Med» – Frankreich, Italien, Spanien – ist höher als die Arbeitsproduktivität in Deutschland. Politiker von Syriza aber weisen nicht nur – zu Recht – nationale Stereotypen zurück, die alle Griechen als faul und undiszipliniert hinstellen. Sie verkehren die Moral der Fabel in ihr Gegenteil: Schuld an der Misere ist nicht die Grille/Zikade, sondern die Ameise.
Am Ende seiner Kritik zitiert Jean-Henri Fabre ein provenzalisches Gedicht, das La Fontaines Fabel korrigiert und aufdeckt, wer für das drohende Elend der Zikade verantwortlich ist: «Ihr Pfennigsammler,/ihr mit den kralligen Fingern und vollen Wänsten,/die ihr die Welt mit dem Safe regiert.» Die Fabelrollen kehren sich um. An den Pranger kommt die Ameise, «diese raubgierige Ausbeuterin, die für ihren Speicher alles Essbare hamstert» und die Zikade schamlos ausnutzt: «Der grobschlächtige Bettler, der vor Diebstahl nicht zurückschreckt, ist die Ameise, die fleißige Künstlerin, die freudig mit dem Darbenden teilt, ist die Zikade.»
Die Empirie der Insektennatur verkehrt Syriza zur politischen Ideologie. Eine Gegenfabel wird erfunden. Für Kostas Lapavitsas, der zum linken Flügel von Syriza gehört, ist nicht Griechenland, sondern Deutschland für die «instabilen Bedingungen in der Euro-Zone» verantwortlich: «Deutschland ist der Problemstaat.» Die Ameise ist schuld
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